"No soy solo esto, que se alarga entre mi sombrero y mis zapatos"

Walt Whitman

 

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Fui un niño sensible que cerró sus puertas a la participación social por un largo tiempo. A los 12 años me cambié de una escuelita de barrio muy pequeña a un colegio de hombres grande y regido por religiosos catílicos. Se juntaban los miércoles a jugar Baby futbol. Yo quise ir, y fuí. El primer día “los mejores” escogieron a sus jugadores por turno. Fuí de los últimos escogidos. Nuestro equipo perdió y el crack lider de mi equipo hizo grandes alaracas para dejarme en claro que el equipo había perdido por mi mal juego. Esto duró por dos o tres semanas más, hasta que se hizo insoportable y dejé de asistir. Pronto tampoco podía jugar en las pichangas informales del recreo. El mensaje era siempre: “el equipo perdió por tu culpa”. Nunca más en mi vida jugué ningún deporte de equipo (no sólo fútbol) ni básquetball, ni voleiball, ni nada. Y ese espacio social, a esa edad, lo es todo. O estas allí o no eres nada, no existes. Opté por no existir, socialmente hablando. Todo lo que he hecho hasta ahora en deportes ha sido consecuente con eso, hice atletismo, porque si perdía (que era siempre), perdía yo solo. He hecho senderismo, bicicleta, siempre sólo, nunca en un grupo o en un club.

Hacia los 15 años mi situación mejoró gracias a un par de viajes de mochilero por el sur de chile, que hice con dos amigos de aquella época. Luego en la universidad tuve una buena apertura social, gracias a que conocí personas de mejor nivel humano. Se abrió un enorme mundo para mi, en años en que lo político y social tomaron esa gran importancia para muchos de nosotros.

Sin embargo, frecuentemente evito las situaciones de trabajar con otros o depender de otros. Por ejemplo mi trabajo en el ámbito de muebles es muy solitario. siempre lo prefiero así.

Tengo dos polos, uno de lobo estepario, que se resigna a la soledad, pero le acomoda, ya que evita posibles conflictos y frustraciones, y por otro han surgido contextos que me han llevado a aprendizajes de recuperar mi espacio en lo social y con dignidad, estos son: mi trabajo de docencia en la universidad, mi familia y mi participación en el mundo de las ecoaldeas y la permacultura.

Parte de mi transferencia de valores y de mi mundo era escuchar los comentarios de mi papá sobre la gente con plata, del barrio alto. Era una mezcla entre querer tener esas cosas y la envidia de no tenerlo. Por ejemplo, mirábamos autos grandes y aparatosos y decía “mira qué bonito”. Yo lo escuchaba y entendía y compartía su anhelo. Tener una camioneta grande con una casa rodante era tan atractivo para mí. Los fines de semana íbamos a ver a mis abuelos que vivían en el barrio alto, en Vitacura cerca de la Kennedy, donde mi abuela quizo irse porque tenía ese tipo de aspiración. Yo no me sentía pobre, sabía que no lo éramos, pero sabía que existía ese otro mundo. El mensaje oculto era “a estos debería darles vergüenza tener tanta plata, pero sería una maravilla ganarse la lotería y vivir así”. “Tener tanto dinero atrae los malos sentimientos de los demás”. Y ese sentimiento de que tener demasiado dinero es malo, es injusto, Se quedó conmigo hasta ahora. Y yo no quería ser como ellos, así que tal vez me las he arreglado para no tener tanto dinero. Por años cada vez que saco el término “barrio alto” Guru Jiwan, mi esposa, me reta, me dice “ya saliste con eso de nuevo!!”

Hacia mis doce años la tensión interna era demasiada, pues aprendí a no expresar mi enojo, ni a enfrentar los conflictos. Caí en una suerte de depresión que duró años. Lloraba en cualquier momento sin saber porqué, mi ánimo era una montaña rusa. No hubo recursos para ayudarme, por desconocimiento. Seguía estudiando, pero obsesivamente, llegué al extremo de aislarme hasta los 16 y de que mi profesor jefe me aconsejara estudiar menos.”(PR1 2011)

Los veranos del 83 y el 84 salí de mochilero con dos amigos de esa época. Mi primera aventura fuera de los límites de mi familia. La sensación de libertad y autodeterminación, de ser dueño del tiempo nunca la olvidé. Muchas veces en lo más arduo de mi vida Santiaguina, salí a caminar por la carretera panamericana norte, la salida norte de Santiago, entre los autos, bajo la luz amarillenta de los faroles, acariciando los maltrechos árboles, soñaba con simplemente irme, por la carretera, sin destino fijo, escapando de todo, soltando mi vida. Gocé y sufrí el fuerte choque de convivir con otras formas y costumbres, diferentes a las de mi cerrada familia.”(PR1 2011)

El andar con una mochila, el vagabundear con estos dos “amigos”. Ahí me di cuenta que tenía cero capacidad de convivencia. Ellos eran mucho más voraces para comer, y yo me fijaba que mi parte no fuera más chica que la de los otros. Ellos es burlaban de eso, como que era egoísta, pero para mi lo lógico era que todo se repartiera en partes iguales. Me sentía un poco avergonzado de mi mismo.

En Chiloé fue la primera vez que tuve contacto con personas que vivían de una manera tradicional. Personas que habían hecho su casa cortando la madera con su hacha. Me maravillaba ver todas las casas diferentes, un contraste con mi vida de ciudad donde la gente compra las casas que hacen otros.

En 1988, cursando mi segundo año de Diseño en la U. Católica de Santiago, conocí a Paulina Brugnoli, una mujer pequeña y de apariencia frágil, artista textil e investigadora del mundo precolombino y de la Artesanía tradicional, pensadora autónoma y crítica, en una época oscura. Por primera vez pensé “a ésta persona quisiera parecerme algún día. Hasta allí deseaba ser diferente de todos los adultos que había conocido.”(PR1 2011)

Hasta hoy guardo el archivador de sus cursos (que eran electivos). Es lo único que guardé. Hoy en día mantengo mi amistad con ella.

Mis primeros tres años como académico de la U. de La Serena, fueron difíciles, no sabía hacer clases, pero sobre todo estaba inseguro y los estudiantes lo percibían. El año 2000, estuve a punto de ser expulsado de mi trabajo, y paralelamente terminó mi matrimonio de cuatro años. Pude mantener con dificultades la relación con mi hija Manuela.”(PR1 2011)

Después de esta experiencia asumí otra calidad de seguridad interna. Seguía teniendo un gran miedo, pero ahora una fuerza interna me hacía defender mi dignidad o mi amor propio frente a los estudiantes. Seguía siendo un profesor bastante dominado por los patrones escolares. No lograba retener los nombres de mis estudiantes, no me interesaba por ellos personalmente. sólo quería que el semestre se acabara y no tener conflictos con ellos.

Todos los aprendizajes desde el 2002 en adelante fueron cambiando esta forma, y el cambio más radical, fue mi participación en el Diplomado en Permacultura aplicada del 2011. Desde el 2012 introduje la Revisión de Vida y Carrera y el Aprendizaje en Acción en el proceso de Taller, lo que dio otra dimensión a mi relación con mis estudiantes y entre ellos incluso.

25 años, recién salido de mi casa, abierto a la amistad y el amor. Luego herido mortalmente por ambos.

Es curioso el parecido con esta foto de mi Papá en un camión, viajando a dedo de Santiago a Ventana. ¿Año 1960 tal vez?